Hablar de Jaén como destino turístico es hablar de una tierra que sorprende a quien se acerca con calma. Durante demasiado tiempo ha sido una provincia de paso, eclipsada por el tirón de la costa o de grandes ciudades andaluzas. Sin embargo, Jaén tiene todo lo necesario para consolidarse como un destino con personalidad propia, si se siguen potenciando sus virtudes y se afrontan de frente los retos pendientes.
El primer gran pilar es el paisaje del olivar. Más de 60 millones de olivos dibujan un “mar verde” único en el mundo, que no sólo es motor económico, sino también un recurso cultural, patrimonial y turístico de enorme valor. El oleoturismo tiene margen de crecimiento mediante las visitas a almazaras, catas, museos del aceite y experiencias gastronómicas ligadas a la dieta mediterránea pueden y deben convertirse en un reclamo de primer nivel internacional.
El primer gran pilar es el paisaje del olivar. Más de 60 millones de olivos dibujan un “mar verde” único en el mundo, que no sólo es motor económico, sino también un recurso cultural, patrimonial y turístico de enorme valor. El oleoturismo tiene margen de crecimiento mediante las visitas a almazaras, catas, museos del aceite y experiencias gastronómicas ligadas a la dieta mediterránea pueden y deben convertirse en un reclamo de primer nivel internacional.
En el ámbito cultural, Jaén posee una joya incuestionable como Úbeda y Baeza, inscritas como Patrimonio Mundial por la UNESCO. Sus plazas, palacios y templos renacentistas deberían invitar a algo más que a una visita fugaz. La clave está en diseñar propuestas que prolonguen la estancia, que conecten el patrimonio con la vida local, y que sumen actividades complementarias como festivales, rutas guiadas o talleres artesanales. En mi caso, vivo enamorado de cada rincón de estas ciudades tan preciosas.
El tercer eje es la naturaleza. El Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas es el mayor espacio protegido de España y una reserva de biodiversidad de enorme valor, sin olvidar a las demás sierras o parques. Senderismo, cicloturismo, fotografía, deportes de aventura o simplemente contemplar la riqueza natural son experiencias que atraen a un perfil de visitante cada vez más amplio. Jaén tiene aquí la oportunidad de liderar un turismo activo y sostenible que complemente el cultural y el gastronómico.
Pero junto a los aciertos, hay también tareas pendientes. La conectividad sigue siendo una asignatura crucial, ya que la provincia necesita mejorar sus infraestructuras y accesos, tanto por carretera como por tren, si quiere atraer a más visitantes nacionales e internacionales. La calidad y profesionalización de algunos servicios turísticos también es un reto ya que la oferta hotelera y rural aún presenta desigualdades que dificultan retener al viajero más allá de un fin de semana.
Otro punto sensible es la sostenibilidad del paisaje. El olivar tradicional, que define la identidad de Jaén, debe cuidarse frente a amenazas como la pérdida de explotaciones pequeñas o la implantación desordenada de proyectos energéticos que alteren el entorno (por no hablar del biometano). Sin paisaje no hay relato, y sin relato no hay turismo auténtico.
Finalmente, hace falta más coordinación entre municipios. La riqueza está en la diversidad de recursos, pero es imprescindible ofrecer rutas conjuntas (culturales, naturales y gastronómicas) que permitan al viajero armar una experiencia completa. Insto a que la digitalización y la promoción internacional coherente sean aliados en este camino y se potencien aún más.
Jaén no necesita inventar nada. Lo tiene todo. Sólo requiere ordenar, profesionalizar y creer en su propio potencial. Si lo hace, dejará de ser “la gran desconocida” para convertirse en un referente turístico de interior, con una identidad basada en la autenticidad, la sostenibilidad y el orgullo de su gente.
El tercer eje es la naturaleza. El Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas es el mayor espacio protegido de España y una reserva de biodiversidad de enorme valor, sin olvidar a las demás sierras o parques. Senderismo, cicloturismo, fotografía, deportes de aventura o simplemente contemplar la riqueza natural son experiencias que atraen a un perfil de visitante cada vez más amplio. Jaén tiene aquí la oportunidad de liderar un turismo activo y sostenible que complemente el cultural y el gastronómico.
Pero junto a los aciertos, hay también tareas pendientes. La conectividad sigue siendo una asignatura crucial, ya que la provincia necesita mejorar sus infraestructuras y accesos, tanto por carretera como por tren, si quiere atraer a más visitantes nacionales e internacionales. La calidad y profesionalización de algunos servicios turísticos también es un reto ya que la oferta hotelera y rural aún presenta desigualdades que dificultan retener al viajero más allá de un fin de semana.
Otro punto sensible es la sostenibilidad del paisaje. El olivar tradicional, que define la identidad de Jaén, debe cuidarse frente a amenazas como la pérdida de explotaciones pequeñas o la implantación desordenada de proyectos energéticos que alteren el entorno (por no hablar del biometano). Sin paisaje no hay relato, y sin relato no hay turismo auténtico.
Finalmente, hace falta más coordinación entre municipios. La riqueza está en la diversidad de recursos, pero es imprescindible ofrecer rutas conjuntas (culturales, naturales y gastronómicas) que permitan al viajero armar una experiencia completa. Insto a que la digitalización y la promoción internacional coherente sean aliados en este camino y se potencien aún más.
Jaén no necesita inventar nada. Lo tiene todo. Sólo requiere ordenar, profesionalizar y creer en su propio potencial. Si lo hace, dejará de ser “la gran desconocida” para convertirse en un referente turístico de interior, con una identidad basada en la autenticidad, la sostenibilidad y el orgullo de su gente.

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