El alma verde de Jaén








Hay algo casi sagrado en ese instante en que el primer chorro de aceite de oliva virgen extra cae sobre el pan. No hace falta mucho más, sino paladear y disfrutar de su aroma y el esfuerzo que supone extraerlo. Porque el AOVE no se come, sino que se siente. Habla del campo, de nuestra tierra y nuestro ADN, de las manos que lo han criado, del frío de la madrugada y del sol que no perdona en verano.

En Jaén lo sabemos bien. Aquí el aceite no es un producto, sino que es una forma de estar en el mundo y proyectar uno de nuestros tesoros. En cada pueblo late esa mezcla de orgullo y paciencia que solo entiende quien ha visto una aceituna transformarse en oro líquido.

La Fiesta del Primer Aceite, que este 2025 se celebró en Martos, fue mucho más que un escaparate gastronómico. Fue un homenaje a quienes siguen madrugando, a quienes aún creen que la tierra no se explota, sino que se cuida o se le “saca brillo”. Es también una oportunidad para reconciliarnos con lo que somos, en una época en la que todo va tan rápido que a veces se nos olvida el sabor de lo auténtico.

Cada otoño, cuando el molino vuelve a oler a verde, la provincia entera se renueva. Es un renacer que no sale en las estadísticas, pero que se nota en la mirada de los agricultores, en la charla en el bar, en las liguillas o en las recetas que vuelven a la mesa.

Y es que el AOVE es eso. Precisamente un vínculo. Une generaciones, pueblos y memorias. Nos recuerda que lo mejor que tenemos no se fabrica, ni se improvisa. Se cultiva con tiempo, con mimo, con respeto. Como el aceite. Como Jaén. Ahora toca exponerlo y mostrarlo para que compartir esos sabores, olores y aromas únicos de nuestras variedades de AOVE y los productos derivados del mismo.

Admito que disfrutar del paladar con AOVE nos hace especiales en momentos gastronónicos. ¡VIVA JAÉN Y SU AOVE!

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