En el mundo de la infancia, el juego no es solo entretenimiento, sino que es aprendizaje, exploración y desarrollo. Como docentes y familias, es importante comprender que no existe un único tipo de juego, sino una gran variedad de formas de jugar, cada una con un propósito y unas características distintas.
Seguramente hemos escuchado términos como juego heurístico, juego en solitario, juego paralelo o juego cooperativo. Todos ellos forman parte del abanico de experiencias lúdicas que viven niñas y niños a lo largo de su desarrollo. Sin embargo, hoy vamos a centrarnos en una clasificación muy útil para el día a día en el aula o en casa: quién lidera el juego o la actividad.
¿Quién dirige el juego?
En función de quién toma la iniciativa y controla el desarrollo de la actividad, podemos hablar de tres grandes tipos:
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Actividad dirigida por el adulto: es una actividad planificada y conducida por una persona adulta, que se mantiene presente y guía todo el proceso. Suele utilizarse con objetivos concretos, como trabajar contenidos curriculares o rutinas escolares.
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Actividad iniciada por el adulto: en este caso, la persona adulta prepara los materiales o propone una idea, pero deja margen para que el niño o niña explore y tome algunas decisiones. Es una guía más flexible, que puede fomentar la participación y la creatividad.
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Juego liderado por la infancia: aquí, el protagonismo es totalmente de la niña o del niño. Escogen libremente a qué jugar, con qué materiales y cómo hacerlo. Es lo que se conoce como juego libre o juego abierto, y es clave para fomentar la autonomía, la imaginación y el pensamiento creativo.
Explorar, descubrir, repetir con el juego heurístico
Uno de los tipos de juego más interesantes en las primeras etapas es el juego heurístico, un término que puede sonar complejo, pero que está muy presente en la vida cotidiana de bebés y criaturas pequeñas.
Se basa en la curiosidad innata que tienen los más pequeños por descubrir el mundo. Conforme crecen, pasan de simplemente observar y tocar objetos, a querer experimentar con ellos: los llenan, los vacían, los apilan, los lanzan, los encajan o los manipulan de mil formas. Este tipo de juego no necesita juguetes sofisticados. Utensilios del hogar o materiales reciclados (cucharas, cajas, tubos, pinzas...) ofrecen infinitas posibilidades.
Cuando una niña o un niño descubre que un objeto encaja dentro de otro, o que al golpear dos materiales suena de forma interesante, repite la acción varias veces para comprobar el resultado. Esta repetición no es casual: está fortaleciendo su desarrollo cognitivo, su coordinación ojo-mano y el control de los músculos finos de las manos.
¿Por qué es importante conocer estos tipos de juego?
Porque comprender las distintas formas de juego nos permite:
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Respetar mejor los ritmos de cada criatura.
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Crear espacios adecuados y seguros para que exploren.
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Acompañar sin dirigir en exceso.
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Favorecer su desarrollo integral desde la confianza y la escucha.
El juego no es un premio ni una pausa entre aprendizajes. Es el aprendizaje en sí mismo. Y como educadores, tenemos la oportunidad de mirar el juego como lo que verdaderamente es: la manera natural que tienen niñas y niños de conocer, sentir, imaginar y crecer.
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